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Las expectativas sobre el valor del peso son negativas y el dólar surge como refugio

La Fundación Centro de Estudios para el Desarrollo Macroeconómico (CEDMA) elaboró un informe a través de Andrés Gamarci, contador público UNER y especialista en metodología de la investigación, adelás de profesor universitario de UNER.

El presente informe trata sobre un tema recurrente en los medios y en la mesa de charlas cotidianas: el precio del dólar blue, paralelo, ilegal o como guste llamarlo.

En las últimas dos semanas éste dólar –a pesar de la calma del oficial– ha tenido un comportamiento muy volátil: se aceleró el aumento del mismo desde los $147 del 1/10/2020 a los $178 del viernes 16/10/2020, eso constituye un 21,08 por ciento de aumento en 15 días.

Es producto de la profundización del cepo o restricciones a la compra de dólares ahorro y el establecimiento de la percepción del 35 por ciento –de impuesto a las ganancias o bienes personales– establecido el miércoles 14 que se sumó al impuesto PAIS. Esto expresa una realidad insoslayable, las expectativas de los ciudadanos en cuanto al valor del peso es negativa y la única unidad para preservar el valor de la moneda es la divisa estadounidense.

¿Cómo cambiar esta situación? ¿Es un problema coyuntural o estructural? ¿Por qué hay falta de propuestas claras para corregir este fenómeno? Muchas opiniones se escuchan y pocas o ninguna propuesta. En este trabajo se pretende comprender, pero sobre todo proponer caminos a seguir.

"El dólar Blue descontrolado y una propuesta estructural"
En el actual contexto económico-sanitario-social, donde la mayoría de las variables macroeconómicas expresan valores negativos –nivel de reservas, déficit fiscal, endeudamiento, desocupación, pobreza, indigencia, nivel de salarios, entre otros–, una variable más de la economía, producto de un control de cambios que prácticamente prohíbe la compra de dólares para atesoramiento, ha generado una fuerte inestabilidad en el mercado: el dólar paralelo (blue).

Cómo hemos desarrollado en informes anteriores la restricción cambiaria era una política necesaria teniendo en cuenta la sangría mensual de reservas del BCRA producto de la compra de 200 dólares por parte de los ahorristas.

El precio de la divisa en el mercado informal es sin dudas una variable más con la que los actores económicos deben lidiar. Si bien la gran mayoría de los bienes y servicios que se comercializan en nuestro país se rigen por el valor del dólar oficial, muchos lo hacen con el valor del dólar “billete”, así es el caso del valor de los inmuebles, sean terrenos, departamentos, casas o campos, los automóviles y motovehículos usados.

Si bien uno podría pensar que sería conveniente adquirir un vehículo nuevo a dólar oficial, en realidad, los concesionarios no están entregando vehículos nuevos con el pretexto de “no contar con stock” por lo que el precio de los mismos a dólar oficial es sólo teórico, ya que en la práctica no se realizan transacciones.

En la última semana se incorporó el dólar MEP –producto de una operatoria bursátil con títulos en los que se suma a la inestabilidad cambiaria el riesgo de cotización– como medio para cotizar dólar para la adquisición de bienes importados.

En las últimas dos semanas éste dólar –a pesar de la calma del oficial– ha tenido un comportamiento muy volátil: se aceleró el aumento del mismo desde los $147 del 1/10/2020 a los $178 del viernes 16/10/2020, eso constituye un 21,08 por ciento de aumento en 15 días.

Todo esto, como se sabe, producto de la profundización del cepo o restricciones a la compra de dólares ahorro y el establecimiento de la percepción del 35 por ciento –de impuesto a las ganancias o bienes personales– establecido el miércoles 14/10 que se sumó al impuesto PAIS. Esto expresa una realidad insoslayable, las expectativas de los ciudadanos en cuanto al valor del peso es negativa y la única unidad para preservar el valor de la moneda es la divisa estadounidense.

Este nivel de incertidumbre de las últimas dos semanas mantiene intranquilo a un sector de la sociedad que pretende mantener el valor de sus ahorros y no verse gravemente perjudicada en la realización de alguna de las transacciones mencionadas.

Se ha hablado mucho en los medios de comunicación sobre este problema, se han escuchado muy pocas propuestas y, en general, las pocas son realizadas por parte de economistas ortodoxos que poco comprenden del daño social que generaría la liberación total del tipo de cambio, con la consiguiente descomunal devaluación e inflación automática que ello generaría, ya no solo en transacciones valuadas en dólares sino en toda la economía.

“La brecha entre el dólar oficial y el blue pasó del 82 por ciento el 1/10 al 214 por ciento el 16/10”.

Las preguntas que surgen a partir de ello son: ¿Es realmente un problema estrictamente cambiario? ¿Esta volatilidad refiere al escaso nivel de reservas del BCRA?

La respuesta, a nuestro criterio, es un rotundo NO. La cuestión del dólar paralelo tiene que ver con operaciones informales o “en negro” y ello tiene raíz en la grave situación impositiva de nuestro país. La estructura tributaria en Argentina es tan compleja, onerosa, ambigua, inestable y cambiante que no resiste el menor de los análisis.

Un régimen tributario cuyos mayores ingresos estén generados por un impuesto al consumo como es el IVA que en su mayoría grava al 21 por ciento –llegando en facturas de servicios públicos a un 27 por ciento– con una recaudación municipal y provincial que implica una gravabilidad en cascada –se acumulan impuestos sobre impuestos– en toda la cadena de producción, distribución y comercialización.

A eso se suma un impuesto a las ganancias que no reconoce debidamente la inversión y/o reinversión de utilidades por parte de las empresas, un régimen de aportes y contribuciones que significa un costo del orden del 50 por ciento del salario neto y un impuesto al cheque que castiga a la bancarización de las operaciones, conllevan como consecuencia a una sociedad en la que los individuos hacen hasta lo imposible por realizar sus operaciones fuera del mercado formal.

Una reforma estructural de nuestro sistema tributario es necesaria e imperiosa de manera inmediata.

Por otro lado, la situación coyuntural de pandemia es el momento ideal en materia de ingresos públicos, permite aprovechar este contexto de crisis mundial para tomar decisiones trascendentales. Nos permitiría ordenarnos y registrar toda nuestra economía real –hoy un 50 por ciento en negro–.

Una reforma tributaria que reduzca los impuestos al consumo a la mitad, que permita la generación de empleo registrado sin mayores costos, que promueva la inversión y reinversión de las utilidades por parte de las empresas, que reduzca la presión impositiva a la transferencia de inmuebles y vehículos y elimine el costo de bancarización significaría un enorme impacto, no sólo en materia de reactivación y de generación de empleo sino que además se registrarían la gran mayoría de las transacciones que hoy no se encuentran declaradas.

Implicaría una mayor recaudación de tributos municipales y provinciales, una reactivación económica y un shock de confianza generado desde el Estado hacia el sector privado y la ciudadanía en general tan necesaria –y reclamada por todos los sectores–.

En el contexto actual de aumento del desempleo y caída del salario real, la generación de ingresos alternativos por parte de las familias es una necesidad imperiosa. Esto sumado la baja tasa de interés actual constituye un contexto propicio para la generación de nuevos emprendimientos personales y familiares y la reactivación de proyectos estancados por parte de la empresas –que por el contexto de incertidumbre no activan- así como también un aumento en el poder adquisitivo del consumidor que traccionaría la demanda agregada.

Esa reactivación y puesta en funcionamiento abrupta del sector privado permitirían disminuir la asistencia social de forma constante a medida que se genere actividad y empleo, equilibrando así las cuentas públicas: la disminución en la recaudación por disminución de alícuotas e impuestos tendrá su compensación en la mayor regularización de la economía informal y el descenso en el gasto, tanto del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social como en Desarrollo Social –hoy ambos suman un 50 por ciento del total del gasto corriente del presupuesto nacional–.

Estas medidas evitarán que tantos ciudadanos corran a la compra de dólares como forma de preservar sus ahorros ante tanta incertidumbre y poca motivación para invertir, aumentará la demanda de pesos y quitará presión sobre el tipo de cambio, no solo el paralelo, sino también el oficial tornando de innecesario el tan criticado cepo.

Economía Finanzas

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